Cómo Asumir Responsabilidad Puede Ayudarte a Avanzar (Sin Culpa)
Un viaje personal a través del caos, la duda y en la búsqueda de asumir verdadera responsabilidad.
En 2019, estaba en un punto de inflexión en mi vida. Me estaba preparando para dar un gran paso: el matrimonio. Amaba profundamente a mi ahora esposa, y eso me llevó a empezar a reunir el coraje para entrar en una nueva etapa de la vida, una llena de mayor responsabilidad y compromiso.
Quería proponerle matrimonio.
Al mismo tiempo, acababa de comprar un departamento. Recuerdo mirar a mi esposa y decirle: “¿¡Qué acabo de hacer!?”.
Esa pregunta apareció en mi cabeza no por incertidumbre financiera. Estaba en una posición estable, pero fue un momento de realización. Una decisión importante e irreversible estaba en marcha, y eso me hizo reflexionar más profundamente sobre el control. Con tantos cambios en mi vida ocurriendo al mismo tiempo, me sentí abrumado. No se trataba solo de tomar decisiones; se trataba de entender cuánto de mi futuro estaba realmente en mis manos. Fue entonces cuando comencé a pensar en la responsabilidad: no necesariamente como un principio abstracto, sino como el pensamiento de "demasiadas cosas están pasando al mismo tiempo, esto se está saliendo de control y necesito retomarlo”.
El problema era que tenía una idea distorsionada de la responsabilidad. Siempre me consideré una persona disciplinada y responsable, pero empecé a notar un patrón: solo aparecía en dos situaciones específicas:
Cuando se acercaba una fecha límite y el miedo se activaba.
Cuando estaba profundamente apasionado por algo y mi energía era inagotable.
Fuera de esos momentos, me costaba mantener el equilibrio. Mi perfeccionismo, algo que había cargado durante años, me hacía ponerme estándares imposibles, y cuando inevitablemente fallaba en cumplirlos, caía en la autocrítica. Además de eso, estaba lidiando con el síndrome del impostor en el trabajo, lo que me llevaba a comprometerme demasiado solo para demostrar que pertenecía allí. Aunque había comenzado a controlar eso, aún quedaban rastros.
Necesitaba encontrar una manera de hacerme responsable sin destruirme en el proceso.
Pero antes de poder descubrir cómo recuperar el control, tenía que entender qué significaba realmente la responsabilidad. Porque durante mucho tiempo, tuve la idea equivocada sobre ella.
¿Qué quiero decir con responsabilidad?
Solía pensar en la responsabilidad como presión: una fuerza que me impedía fallar, una manera de cumplir expectativas, tanto las mías como las de los demás. “Haz lo que dices que harás”, “exígete al máximo”, ese tipo de cosas. Se sentía como algo externo, como una medida de si estaba haciendo lo suficiente. Y cuando no cumplía con esas expectativas, la responsabilidad se convertía en autojuzgarme.
Pero ahora lo veo diferente.
La responsabilidad no debería tratarse de culpa. Deberíamos replantearla como realineamiento.
Es la habilidad de ver dónde estás versus dónde quieres estar, sin vergüenza.
Es la capacidad de ajustar en lugar de abandonar cuando las cosas no salen según lo planeado.
Se trata de una disciplina que se adapta, no de reglas rígidas, sino de un sistema que te ayuda a volver a lo que realmente importa.
Este cambio en la forma en que veía la responsabilidad lo cambió todo para mí. Y comenzó en un momento de mi vida en el que sentía que todo se estaba desmoronando.
Cuando finalmente perdí el control
Me había convencido de que tenía todo bajo control, que podía manejar toda la presión, hasta que no pude más. El momento en que todo realmente se rompió no fue en el trabajo, ni en mi relación, ni con el departamento. Fue algo aparentemente simple: sacar mi licencia de conducir.
La idea de manejar sin lo que consideraba una preparación adecuada me destrozó por completo. Mi mente estaba sobrecargada con todo lo que estaba pasando en mi vida, y esto fue lo que hizo que todo colapsara. De repente, toda la presión, el exceso de compromisos y el miedo al fracaso me alcanzaron de golpe.
Tuve una crisis total.
Mirando hacia atrás, esto no era solo sobre manejar. Se trataba de control, o mejor dicho, de la ilusión de control. Había pasado tanto tiempo obsesionándome con cosas que estaban fuera de mi control que descuidé lo que sí podía manejar. Estaba midiendo el éxito por presiones externas en lugar de una alineación interna.
En ese momento, me vi obligado a enfrentar algo que una vez escribió Séneca:
“Sufrimos más en nuestra imaginación que en la realidad.”
Estaba dejando que los fracasos imaginarios dictaran mis acciones, atrapándome en expectativas que no me servían.
Algo tenía que cambiar.
El punto de inflexión
La terapia se convirtió en mi ancla. Entre muchas cosas que trabajamos, como mi fuerte aversión a la incertidumbre, uno de los mayores cambios fue mi comprensión de la responsabilidad.
En lugar de verla como presión, comencé a verla como claridad. En lugar de enfocarme en lo que estaba fuera de mi control, empecé a dirigir mi energía hacia lo que realmente podía influenciar.
No resistí este cambio.
Vi los beneficios de inmediato.
Era como estar al borde de una tormenta y finalmente ver el cielo despejado al otro lado. Me di cuenta de que la responsabilidad no se trataba de castigo, sino de realineamiento.
Este cambio no fue solo teórico. Empecé a aplicarlo activamente:
Analicé mis acciones. ¿De qué era realmente responsable y qué era solo ruido?
Puse las cosas en perspectiva. ¿Estaba tomando decisiones basadas en el miedo o en mi propósito?
Creé un plan. En lugar de esperar que las cosas mejoraran, tracé pasos concretos para recuperar el control.
Y la primera prueba de esta nueva mentalidad: sacar mi licencia de conducir. Desglosé el proceso, hice un plan y lo ejecuté.
Saqué mi licencia. Ahora puedo manejar a cualquier parte.
Reinsertándome en el mercado laboral con una nueva mentalidad
Una de las mayores pruebas de que este cambio era real ocurrió cuando tuve que volver al mercado laboral. Antes, esto me habría abrumado por completo. Lo desconocido, la competencia, el miedo al rechazo: todo me habría llevado a sobrepensar.
Pero esta vez fue diferente. En lugar de entrar en pánico, apliqué lo que había aprendido:
Me enfoqué solo en lo que podía controlar.
Trabajé hacia atrás desde mi meta final: conseguir un empleo.
Creé una estrategia en lugar de depender de la suerte.
El proceso fue difícil, pero no dejé que la incertidumbre me consumiera. En lugar de eso, avancé paso a paso y funcionó.
Obtuve el trabajo.
No fue solo un nuevo empleo. Fue la confirmación de que mi nueva manera de ver la responsabilidad funcionaba.
El verdadero significado de la responsabilidad
La gran diferencia ahora es que dejé de ser rígido.
Todavía tengo momentos de inseguridad. El síndrome del impostor sigue ahí. Mi perfeccionismo sigue asomándose de vez en cuando. Pero en vez de dejar que estos momentos me descarrilen, me adapto.
Desarrollé un enfoque — Disciplina Adaptable — que me permite corregir el rumbo sin culpa. En vez de castigarme por cometer errores, simplemente me realineo y sigo avanzando.
Y si hay algo que este cambio me ha enseñado, es esto: el tiempo es mi recurso más valioso.
Si lo desperdicio preocupándome por cosas fuera de mi control, estoy dejando que la vida se me escape. Ser consciente de eso me impulsa a ser intencional con mi tiempo, mis esfuerzos y mis compromisos.
Cuando te sientas atascado, pregúntate: ¿Es este un momento para seguir avanzando o un momento para adaptarme? ¿Cómo se vería el realineamiento en esta situación?
No tienes que ser perfecto. Solo tienes que seguir realineándote. Y eso siempre está en tus manos.
¡Que tengas una excelente semana!